jueves, 20 de agosto de 2015

Oración para la devoción privada a madre María Pilar de Jesús

MADRE MARIA PILAR DE JESÚS
CARMELITA DESCALZA


ORACIÓN
Para la devoción privada
¡Oh Dios!, Señor y Rey del universo, tú que te complaces en aquellos que hacen tu voluntad, te damos gracias por haber elegido a tu sierva María Pilar de Jesús, carmelita descalza, en quien encendiste un amor muy grande por ti y por la salvación de las almas, haciéndola misionera oculta en el Corazón de Jesús desde la clausura, llevándola a fundar muchos monasterios y a desbordar su caridad por los pobres; te pedimos nos concedas la gracia de amarte y servirte en los hermanos bajo la guía de la Iglesia con fidelidad. Dígnate glorificar a tu sierva María Pilar y concédeme por su intercesión el favor que te pido… (Pídase la gracia que se desea)

Padrenuestro, Avemaría y Gloria. Amén.

De conformidad con los Decretos del Papa Urbano VIII, declaramos que en nada se pretenda prevenir el juicio de la Autoridad eclesiástica y que esta oración no tiene finalidad alguna de culto público.

Con aprobación eclesiastica

MADRE MARÍA PILAR DE JESÚS
MADRES CARMELITAS DESCALZAS
MONASTERIO NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ Y SAN JOSE
APARTADO 14 – CHICLAYO – PERÚ
TELÉFONO 074 – 210121
WWW.MADREMARIAPILARDEJESUS.BLOGSPOT.COM        madremariapilardejesus@gmail.com

martes, 18 de agosto de 2015

ATRACTIVO DE LA MISA TRIDENTINA

ATRACTIVO DE LA MISA TRIDENTINA
Por el Cardenal Alfons M. Stickler


LA MISA TRIDENTINA O LITURGIA DE SAN PÍO V

La Misa Tridentina es el rito de la Misa fijado por el Papa Pío V a solicitud del Concilio de Trento y promulgado el 5 de diciembre de 1570. Este Misal contiene el antiguo rito Romano, del que fueron eliminados varios agregados y alteraciones. Cuando se la promulgó, se preservaron otros ritos que habían existido por lo menos durante 200 años. Por lo tanto, es más correcto llamar a este Misal la liturgia del Papa San Pío V.

FE Y LITURGIA
EL SACRIFICIO DE LA MISA, CENTRO DE LA LITURGIA CATÓLICA

Desde el comienzo mismo de la Iglesia, la fe y la liturgia han estado íntimamente conectadas. Una clara prueba de esto puede hallarse en el propio Concilio de Trento. Este Concilio declaró solemnemente que el sacrificio de la Misa es el centro de la liturgia Católica, en oposición a la herejía de Martín Lutero, quien negaba que la Misa fuese un sacrificio. Sabemos, a partir de la historia del desarrollo de la Fe, que esta doctrina ha sido fijada con autoridad por el Magisterio en la enseñanza de papas y concilios. También sabemos que en la totalidad de la Iglesia, y especialmente en las iglesias orientales, la Fe fue el factor más importante para el desarrollo y la formación de la liturgia, particularmente en el caso de la Misa. Existen argumentos convincentes en este sentido desde los primeros siglos de la Iglesia. El Papa Celestino I escribió a los obispos de la Galia en el año 422: Legem credendi, lex statuit supplicandi; lo que en adelante se expresó comúnmente por la frase lex orandi, lex credendi (la ley de la oración es la ley de la fe). Las iglesias ortodoxas conservaron la Fe a través de la liturgia. Esto es muy importante porque en la última carta que escribió el Papa hace siete días dijo que la Iglesia Latina debe aprender de las iglesias de Oriente, especialmente sobre la liturgia...

DECLARACIONES CONCILIARES:
DOCTRINALES Y DISCIPLINARIAS

Un tema a menudo descuidado lo constituye los dos tipos de declaraciones y decisiones conciliares: las doctrinales (teológicas) y las disciplinarias. En la mayoría de los concilios hemos tenido ambas, doctrinales y disciplinarias.

En algunos concilios no ha habido declaraciones o decisiones disciplinarias; y a la inversa, ha habido algunos concilios sin declaraciones doctrinales, con declaraciones solamente disciplinarias. Muchos de los concilios de Oriente después del de Nicea trataron sólo cuestiones de fe.

El Segundo Concilio de Tolón, del año 691, fue un concilio estrictamente oriental, para declaraciones y decisiones exclusivamente disciplinarias, porque las iglesias de Oriente habían sido dejadas de lado en los concilios precedentes. Esto actualizó la disciplina para las iglesias orientales, especialmente para la de Constantinopla.

Esto es importante porque en el Concilio de Trento tenemos claramente ambas: capítulos y cánones que pertenecen exclusivamente a la fe y, en casi todas las sesiones, después de los capítulos teológicos y cánones, cuestiones disciplinarias. La diferencia es importante. En todos los cánones teológicos tenemos la declaración de que cualquiera que se oponga a las decisiones del Concilio queda excluido de la comunidad: anatema sit.

Pero el Concilio nunca declara anatema por razones puramente disciplinarias; las sanciones del Concilio son sólo para las declaraciones doctrinales.

EL CONCILIO DE TRENTO Y LA MISA

Todo esto es importante para nuestras reflexiones actuales. Ya hemos señalado la conexión entre fe y oración (liturgia) y especialmente entre fe y la forma más elevada de la liturgia, el culto común. Esta conexión tiene su expresión clásica en el Concilio de Trento, que trató el tópico en tres sesiones: la decimotercera de octubre de 1551, la vigésima de julio de 1562 y, especialmente, la vigésimo segunda en septiembre de 1562, que produjo los capítulos y cánones dogmáticos del Santo Sacrificio de la Misa.

Existe, además, un decreto especial concerniente a aquellas cuestiones que deben ser observadas y evitadas en la celebración de la Misa. Esta es una declaración clásica y fundamental, autorizada y oficial, del pensamiento de la Iglesia sobre el tema.

El decreto considera primero la naturaleza de la Misa. Martín Lutero había negado de forma clara y pública su misma naturaleza declarando que la Misa no era un sacrificio. Es verdad que, para no perturbar al fiel común, los reformadores no eliminaron inmediatamente aquellas partes de la Misa que reflejaban la verdadera Fe y que se oponían a sus nuevas doctrinas. Por ejemplo, mantuvieron la elevación de la Hostia entre el Sanctus y el Benedictus.

Para Lutero y sus seguidores, el culto consistía principalmente en la prédica como medio de instrucción y edificación, mezclado con oraciones e himnos. Recibir la Santa Comunión era sólo un episodio secundario. Lutero todavía mantenía la presencia de Cristo en el pan en el momento de su recepción, pero negaba firmemente el Sacrificio de la Misa. Para él el altar nunca podía ser un lugar de sacrificio. A partir de esta negación, podemos entender los errores consiguientes en la liturgia protestante, que es completamente diferente de la de la Iglesia Católica. También podemos entender por qué el Concilio de Trento definió aquella parte de la Fe Católica que concierne a la naturaleza del Sacrificio Eucarístico: es una fuerza salvadora real. En el sacrificio de Jesucristo el sacerdote substituye a Cristo mismo. Como resultado de su ordenación él es un verdadero alter Christus. Mediante la Consagración, el pan se transforma en el Cuerpo de Cristo y el vino en Su Sangre. Esta realización de Su sacrificio es la adoración de Dios.

El Concilio especifica que éste no es un nuevo sacrificio independiente del sacrificio único de Cristo sino el mismo sacrificio, en el que Cristo se hace presente en forma incruenta, de manera tal que Su Cuerpo y Su Sangre están presentes en substancia permaneciendo bajo la apariencia de pan y vino. Por lo tanto, no existe un nuevo mérito sacrificial; más bien, el fruto infinito del sacrificio cruento de la Cruz es efectuado o realizado por Jesucristo constantemente en la Misa.

De esto se deriva que la acción del sacrificio consiste en la Consagración. El Ofertorio (por el cual el pan y el vino se preparan para la Consagración) y la Comunión son partes constitutivas de la Misa, pero no son esenciales. La parte esencial es la Consagración, por la cual el sacerdote, in persona Christi y de la misma manera, pronuncia las palabras consagratorias de Cristo.

De esta manera, la Misa no es y no puede ser la simple celebración de la Comunión, ni una simple persona la que represente a Cristo y, del mismo modo, pronuncie las palabras de consagración de Cristo.

En consecuencia, la Misa no es y no puede consistir simplemente en una celebración de Comunión, o en un simple recuerdo o memorial del sacrificio de la Cruz, sino en hacer verdadero y presente este mismo sacrificio de la Cruz.

Razón por la cual podemos entender que la Misa es una renovación efectiva del sacrificio de la Cruz. Es esencialmente una adoración a Dios, ofrecida sólo a Él. Esta adoración incluye otros elementos: alabanza, acción de gracias por todas las gracias recibidas, dolor por los pecados cometidos, petición de las gracias necesarias. Naturalmente, la Misa puede ser ofrecida por una o por todas estas distintas intenciones. Todas estas doctrinas fueron establecidas y promulgadas en los capítulos y cánones de la Sesión 22ª del Concilio de Trento.

ANATEMAS DEL CONCILIO DE TRENTO

De esta naturaleza teológica fundamental de la Misa derivan varias consecuencias. En primer lugar, el Canon Missae.

En la liturgia Romana, siempre ha habido un único Canon, introducido por la Iglesia hace varios siglos. El Concilio de Trento estableció expresamente en el capítulo 4, que este canon está libre de error, que no contiene nada que no sea pleno de santidad y de piedad y nada que no eleve a los fieles a Dios. Está compuesto sobre la base de las palabras de Nuestro Señor mismo, la tradición de los apóstoles y las normas de los papas santos. El canon 6 del capítulo 4 amenaza con la excomunión a aquellos que sostengan que el Canon Missae contiene errores y por lo tanto, deba ser abolido.

En el Capítulo 5 el Concilio estableció que la naturaleza humana requiere de signos exteriores para elevar el espíritu a las cosas divinas. Por tal razón, la Iglesia ha introducido ciertos ritos y signos: la oración silenciosa o hablada, las bendiciones, las velas, el incienso, las vestiduras, etc. Muchos de estos signos tienen su origen en prescripciones apostólicas o en la tradición.

A través de estos signos visibles de fe y piedad se acentúa la naturaleza del sacrificio. Los signos fortalecen y estimulan a los fieles a meditar sobre los elementos divinos contenidos en el sacrificio de la Misa. Para proteger esta doctrina, el Canon 7 amenaza con la excomunión a aquel que considere que estos signos exteriores inducen a la impiedad y no a la piedad. Esto es un ejemplo de lo que traté más arriba: esta clase de declaración, con el canon de sanciones, tiene mayormente un significado teológico y no solamente un sentido disciplinario.

En el Capítulo 6 el Concilio destaca el deseo de la Iglesia de que todos los fieles presentes en la Misa reciban la Santa Comunión, pero establece que si sólo el sacerdote que celebra la Misa recibe la Santa Comunión esta Misa no debe ser denominada privada y, por ello, criticada o prohibida. En este caso, los fieles reciben la Comunión espiritualmente y, además, todos los sacrificios ofrecidos por el sacerdote como ministro público de la iglesia se ofrecen por todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo. En consecuencia, el Canon 8 amenaza con excomunión a todos aquellos que digan que tales Misas son ilícitas y por lo tanto deben ser prohibidas (otra aseveración teológica).

TRENTO Y EL LATÍN. EL SILENCIO

El Capítulo 8 está dedicado al lenguaje particular del culto en la Misa. Se sabe que en el culto de todas las religiones se emplea un lenguaje sagrado. Durante los primeros tres siglos de la Iglesia Católica Romana, el idioma era el griego, que era la lengua más comúnmente empleada en el mundo latino. A partir del siglo IV el latín se transformó en el idioma común del Imperio Romano. El latín permaneció durante siglos en la Iglesia Católica Romana como la lengua para el culto. Muy naturalmente, el latín era también el idioma del rito Romano en su acto fundamental del culto: la Misa. Así permaneció incluso después de que el latín fuera reemplazado por el lenguaje vivo de las distintas lenguas romances.

Y llegamos a la cuestión: ¿por qué el latín y no otra alternativa? Respondemos: la Divina Providencia establece aun las cuestiones secundarias. Por ejemplo, Palestina (Jerusalén) es el lugar de la Redención de Jesucristo. Roma es el centro de la Iglesia. Pedro no nació en Roma, él fue a Roma. ¿Por qué? Porque era el centro del entonces Imperio Romano, es decir, del mundo. Este es el fundamento práctico de la propagación de la Fe por el Imperio Romano, sólo una cuestión humana, una cuestión histórica, pero en la que ciertamente participa la Divina Providencia.

Un proceso semejante puede verse incluso en otras religiones. Para los musulmanes, la vieja lengua árabe está muerta y, no obstante, sigue siendo el lenguaje de su liturgia, de su culto. Para los hindúes, lo es el sánscrito.

Debido a su obligada conexión con lo sobrenatural, el culto naturalmente requiere su propio lenguaje religioso, que no debe ser uno "vulgar".

Los padres del Concilio sabían muy bien que la mayoría de los fieles que asistían a la Misa ni entendían el latín ni podían leer traducciones. Generalmente eran analfabetos. Los padres también sabían que la Misa contiene una parte de enseñanza para los fieles.

No obstante, ellos no coincidieron con la opinión de los protestantes de que era necesario celebrar la Misa sólo en la lengua vernácula. Para instruir a los fieles, el Concilio ordenó que la vieja costumbre del cuidado de las almas mediante la explicación del misterio central de la Misa, aprobada por la Santa Iglesia Romana, madre y maestra de todas las iglesias, se mantuviera en todo el mundo.

El Canon 9 amenaza con la excomunión a aquellos que afirmen que el lenguaje de la Misa debe ser sólo en la lengua vernácula. Es notable que tanto en el capítulo como en el canon del Concilio de Trento se rechaza sólo la exclusividad del lenguaje "vulgar" en los ritos sagrados. Por otro lado, debe tenerse en cuenta una vez más que estas distintas normativas conciliares no tienen sólo carácter disciplinario. Se basan en fundamentos doctrinales y teológicos que involucran la Fe misma.

Las razones de esta preocupación pueden verse, primeramente, en la reverencia debida al misterio de la Misa. El decreto siguiente sobre lo que debe observarse y evitarse en la celebración de la Misa establece: "La irreverencia no puede separarse de la impiedad". La irreverencia siempre implica impiedad. Además, el Concilio deseó salvaguardar las ideas expresadas en la Misa, y la precisión de la lengua latina protege el contenido contra malentendidos y posibles errores basados en la imprecisión lingüística.

Por estas razones la Iglesia siempre ha defendido la lengua sagrada e incluso, en época más reciente, Pío XI declaró expresamente que esta lengua debía ser non vulgaris.

Por estas mismas razones, el Canon 9 establece la excomunión de quienes afirmen que debe ser condenado el rito de la Iglesia Romana en el cual una parte del Canon y las palabras de consagración sean pronunciadas silenciosamente. Incluso el silencio tiene un trasfondo teológico.

LA VIDA Y EL EJEMPLO DE LOS MINISTROS DEL CULTO

Finalmente, en el primer canon del decreto de la reforma, en la sesión vigésimo segunda del Concilio de Trento, hallamos otras normativas que tienen un carácter parcialmente disciplinario pero que también completan la parte doctrinaria, puesto que nada es más adecuado para orientar a los participantes del culto a una comprensión más profunda del misterio, que la vida y el ejemplo de los ministros del culto. Estos ministros deben modelar sus vidas y conducta en torno a este fin, que debe reflejarse en su vestimenta, su compostura, su lenguaje. En todos estos aspectos deben verse dignificados, humildes y religiosos. También deben evitar incluso las faltas leves, puesto que en su caso éstas deberían considerarse graves. Los superiores deben exigir a los ministros sagrados vivir fundamentalmente de acuerdo a toda la tradición de comportamiento clerical apropiado.

LA MISA DE SAN PÍO V Y LA DE PABLO VI


El Cardenal Stickler celebrando la misa de siempre, el rito tridentino.

Ahora podemos apreciar y entender mejor el trasfondo y el fundamento teológicos de las discusiones y normativas del Concilio de Trento respecto de la Misa como culminación de la sagrada liturgia. Es decir, el atractivo teológico de la Misa Tridentina se puede comprender por contraposición y como respuesta al grave desafío del Protestantismo, y no solamente en relación a este período especial de la historia sino como una pauta de referencia para la Iglesia y frente a la reforma litúrgica del Vaticano II.

En primer lugar, tenemos que determinar aquí el significado correcto de esta última reforma, como lo hicimos en el caso de la Misa Tridentina, destacando la importancia de saber precisamente qué se entendía por la Misa del Papa San Pío V, que cumplía con los deseos de los padres del Concilio en Trento.

Empero, debemos destacar que el nombre correcto que debe darse a la Misa del Concilio Vaticano II es el de Misa de la comisión litúrgica posconciliar. Una simple ojeada a la constitución litúrgica del Segundo Concilio Vaticano ilustra de inmediato que la voluntad del Concilio y la de la comisión litúrgica están a menudo en desacuerdo e incluso son evidentemente opuestas.

Examinaremos brevemente las diferencias principales entre las dos reformas litúrgicas así como la forma en que podríamos definir su atractivo teológico.

Primeramente, frente a la herejía protestante, la Misa de San Pío V enfatizaba la verdad central de la Misa como un sacrificio, basada en las discusiones teológicas y las normas específicas del Concilio. La Misa de Paulo VI (también llamada así porque la comisión litúrgica para la reforma después del Vaticano II trabajó bajo la responsabilidad última de ese Papa) enfatiza, más bien, la Comunión, con el resultado de que el sacrificio queda transformado en lo que podría denominarse una comida. La gran importancia dada a las lecturas y a la prédica en la nueva Misa, e incluso la facultad dada al sacerdote para agregar palabras personales y explicaciones, es otro reflejo de lo que podría denominarse una adaptación a la idea protestante del culto.

El filósofo francés Jean Guitton dice que el Papa Paulo VI le reveló que había sido su intención (la del Papa) la de asimilar tanto como fuera posible la nueva liturgia católica al culto protestante.

Dentro de esta misma línea podemos tratar de comprender la nueva posición del altar y del sacerdote. De acuerdo con los bien fundados estudios de Monseñor Klaus Gamber respecto de la posición del altar en las antiguas basílicas de Roma y otros lugares, el criterio para la anterior posición no era que debían mirar a la asamblea que rinde culto sino, más bien, mirar hacia el Este, que era el símbolo de Cristo como sol naciente a quien se debía rendir culto. La posición completamente nueva del altar y del sacerdote mirando a la asamblea, algo previamente prohibido, hoy expresa a la Misa como un encuentro comunitario.

En segundo lugar, en la vieja liturgia el Canon es el centro de la Misa como sacrificio. De acuerdo con el testimonio del Concilio de Trento, el Canon reconstruye la tradición de los apóstoles y estaba substancialmente completo en la época de Gregorio el Grande, en el año 600.

La Iglesia Romana nunca tuvo otros cánones. Incluso respecto del Mysterium fidei en la fórmula de la Consagración, tenemos evidencias desde Inocencio III, explícitamente, en la ceremonia de investidura del Arzobispo de Lyon. No sé si la mayoría de los reformadores de la liturgia conocen este hecho. Santo Tomás de Aquino, en un artículo especial, justifica este Mysterium fidei. Y el Concilio de Florencia confirmó explícitamente el Mysterium fidei en la fórmula de la Consagración.

Ahora bien, este Mysterium fidei fue eliminado de las palabras de la consagración originadas en la nueva liturgia. ¿Por qué? También se autorizan nuevos cánones. El segundo de ellos, que no menciona el carácter sacrificial de la Misa, por su mérito de ser el más breve prácticamente ha suplantado al antiguo Canon Romano en todas partes.

De aquí que se haya perdido el profundo discernimiento teológico otorgado por el Concilio de Trento.

El misterio del Sacrificio Divino es actualizado en cada rito, si bien de manera diferente. En el caso de la Misa Latina este misterio fue enfatizado por el Concilio Tridentino con la lectura silenciosa del Canon en Latín. Esto ha sido descartado en la nueva Misa por la proclamación del Canon en voz alta.

Tercero, la reforma del Vaticano II destruyó o cambió el significado de gran parte del rico simbolismo de la liturgia (si bien se mantiene en los ritos orientales). La importancia de este simbolismo fue destacada por el Concilio de Trento...

Este hecho fue deplorado incluso por un psicoanalista ateo muy conocido, quien llamó al Segundo Concilio Vaticano el "Concilio de los tenedores de libros".

VULGARIZACIÓN DE LA MISA
EL LATÍN DEBE CONSERVARSE

Hay un principio teológico completamente destruido por la reforma litúrgica pero confirmado tanto por el Concilio de Trento como por el Concilio Vaticano II, después de una larga y sobria discusión (yo asistí y puedo confirmar que las claras resoluciones del texto final de la Constitución del Concilio lo reafirmaban sustancialmente). El principio: el latín debe preservarse en el Rito Latino.

Como en el concilio de Trento, también en el Vaticano II los padres del Concilio admitieron la lengua vernácula pero sólo como una excepción.

Pero para la reforma de Paulo VI la excepción se tornó en la regla exclusiva. Las razones teológicas establecidas en ambos Concilios para mantener el latín en la Misa pueden verse ahora justificadas a la luz del uso exclusivo de la lengua vernácula introducida por la reforma litúrgica. La lengua vernácula a menudo ha vulgarizado la Misa misma, y la traducción del latín original ha resultado en errores y malentendidos doctrinales graves.

Además, antes la lengua vernácula no estaba siquiera permitida para las personas iletradas o completamente diferentes entre sí. Ahora que los pueblos católicos de distintas tribus y naciones pueden emplear diferentes lenguas y dialectos en el culto, viviendo próximos en un mundo que se torna cada día más pequeño, esta Babel del culto común resulta en una pérdida de la unidad externa de la Iglesia Católica en todo el mundo, otrora unificada en una voz común.

Además, en numerosas ocasiones, se ha vuelto causa de desunión interna incluso en la propia Misa, que debería ser el espíritu y el centro de la concordia interna y externa entre los católicos de todo el mundo. Tenemos muchos, pero muchos ejemplos, de este hecho de desunión causada por la lengua vulgar.


Y otra consideración... Antes, cada sacerdote podía decir en el mundo entero la Misa en Latín para todas las comunidades, y todos los sacerdotes podían entender el latín. Hoy, desafortunadamente, ningún sacerdote puede decir Misa para todos los pueblos del mundo. Debemos admitir que, sólo unas décadas después de la reforma de la lengua litúrgica, hemos perdido aquella posibilidad de orar y cantar juntos, aun en los grandes encuentros internacionales, como los Congresos Eucarísticos o, incluso, durante los encuentros con el Papa, el centro de la unidad de la Iglesia. Ya no podemos, actualmente, cantar ni rezar juntos.

PENSAMIENTOS DE MADRE MARÍA PILAR DE JESÚS, CARMELITA DESCALZA (1917 – 1997) IV

PENSAMIENTOS DE MADRE MARÍA PILAR DE JESÚS, CARMELITA DESCALZA (1917 – 1997) IV


25.- Santidad y apostolado han de ser después y juntamente con la gloria de Dios, lo móviles de toda mi actividad.

26.- Dios nuestro Señor me ayudará, salvará y colmará si confío en Él, acudo a Él y no tanto a las criaturas.

27.- La conciencia es la mejor luz e indicador para la santidad.

28.- El vivir monástico exige grandeza de alma y nunca es mayor un hombre, que cuando doblega sumisamente su cabeza ante los demás.

29.- El momento más trascendental para mi santificación, para el bien de las almas y para la mayor gloria de Dios es: el momento presente.

30.- Hacer reverencia a Dios es tratarle como se merece en cuanto nos es posible; tener respeto y temor en la presencia de Dios. Deberíamos andar siempre de rodillas, pues Dios está en todas partes solicitando nuestra adoración. Hagámosle reverencia en el templo interior de nuestra alma.

31.- Perdonar es olvidar.

32.- Mi ideal: ser Jesús, hija de Dios, gloria del Padre.

lunes, 17 de agosto de 2015

MADRE MAGDALENA DE LA EUCARISTÍA, Carmelita Descalza

MADRE MAGDALENA DE LA EUCARISTÍA
CARMELITA DESCALZA


La Madre Magdalena d la Eucaristía, Carmelita Descalza, nació en Madrid (España) el 14 de diciembre de 1894. Ingresó 7 de diciembre de 1926 en el Carmelo del Cerro de los Ángeles, fundado por Santa Maravillas de Jesús. En el momento de pisar la clausura le ocurrió como a Santa Teresa: “que mudó Dios la sequedad de su alma en grandísima ternura” y nunca jamás “supo lo que era descontento de ser monja”. Pensaba que no iba a hacer más que llorar y fue todo lo contrario, fue muy feliz.
Durante la gloriosa Cruzada contra el comunismo, siguió a su comunidad, primero a Madrid y luego al desierto de las batuecas, hasta que en mayo de 1939 se reanudó en el Cerro la vida de Comunidad. Fue entonces nombrada Maestra de Novicias, cargo al que su humildad profundísima se resistió cuanto pudo, pero que Dios bendijo con una lluvia de vocaciones. Hasta dieciséis novicias estuvieron a un tiempo bajo su dirección.
Hija queridísima de santa Maravillas, le ayudó en todas sus fundaciones. Su caridad era grande con su madre del alma y siempre se hacía presente con donaciones grandes para sus fundaciones. La santa le llamaba “mi hija de consolación” y existen 1400 cartas dirigidas de santa Maravillas a madre Magdalena.

En 1944 fue elegida priora del Cerro de los Ángeles al partir santa Maravillas a la fundación de Mancera, su humildad le haría resistirse al cargo que por santa obediencia aceptó. Sería 28 años priora desde ese momento, prestando ese servició también en Aravaca y Montemar – Torremolinos. Por los carmelos donde pasó, los dejó impregnados de sus virtudes.

Brillaban entre sus virtudes, su amor a la pobreza, su humildad, su obediencia, su generosidad, el olvido de sí; Dios le dio el don de las lágrimas. Era una enamorada de Jesucristo, pasaba tratando de amores con Él en el Sagrario. Su entrañable amor al Santísimo Sacramento le inspiró la idea de dedicarse con grandísimo afán a ayudar a las iglesias que los rojos comunistas habían destrozado y profanado. Sufría con la pobreza de Jesucristo en tantos Sagrarios. A la que todo le parecía demasiado para ella todo le parecía poco para su Rey. Años enteros trabajó incansablemente haciendo y arreglando ornamentos y sobre todo procurando Sagrarios a los párrocos de innumerables pueblecitos castellanos. Con todo, nunca quiso contar ni apuntar lo que daba; Dios lo tenía escrito en su Corazón y eso le bastaba. Nunca tuvo otro ideal en su vida más que éste: contentar a su Dios. Le encantaba aquella exclamación de la madre Sacramento: “¡Cuando Tú estás contento, yo me vuelvo loca!”.

Dios le regalo una enfermedad en esta última etapa de su vida, en la que, más que nunca  se le vio de una manera admirable la heroicidad de sus virtudes. Le dio cáncer, una cáncer que les destrozaría su mandíbula, pero jamás se le voy quejarse, con qué alegría y paciencia llevó su enfermedad y los dolores que la aquejaban, los médicos quedaban edificados de la manera como lleva su enfermedad, jamás se quejaba al contrario hacia bromas para que sus hijas no sufran.

El 24 de Agosto de 1972 en Aravaca, Dios la llamó a su presencia, un día Jueves día dedicado al Santísimo Sacramento del Altar al que ella tanto amó; el Amado de su alma vino a buscarla a su pobre celda donde se había inmolado por la gloria de Dios y la salvación de las almas. Murió santamente rodeada del amor y veneración de sus hijas, dejando un recuerdo hasta hoy lleno de la fortaleza, de alegría y de la paz que la caracterizaron durante toda su vida y aún más durante su última enfermedad.

VIRGEN DE LA LUZ DE SECHURA

BREVE RESEÑA HISTORICA DE LA VIRGEN DE LA LUZ DE SECHURA

En el Siglo XVIII la doctrina cristiana se encontraba bastante enraizada en los indígenas de Sechura, contribuyendo a ello la llegada de los misioneros de diferentes congregaciones que alternamente sentaron sus raíces en esta provincia.
Probablemente la devoción a la Virgen de la Luz se inicia a mediados del Siglo XVIII a iniciativa de los Misioneros de la Compañía de Jesús que portando el original cuadro de la Virgen daban a conocer los grandes prodigios que ella realizaba.
Se cuenta que la Virgen, queriendo premiar a su devoto Don José María Dediós Bancayán, quien era un hombre muy piadoso y desde muy pequeño sus padres le habían inculcado el gran amor a Nuestra Señora de la Luz, se le apreció en sueños pidiéndole que mandase a esculpir su imagen, lo cual se comunicó a todas las personas que ya le tenían devoción. Muy pronto lograron contactar con un afamado escultor quiteño de origen español, de quién al poco tiempo recibieron gratas noticias.
Es en 1780, cuando Don José María Dediós en compañía de los señores Chunga y Antón emprenden el retorno hacia el amado pueblo de Sechura, portando la divina imagen como un legado de su profunda Fe Católica. Rápidamente esta noticia fue propagada como “reguero de pólvora”, preparándose al mismo tiempo una recepción apoteósica a la Virgen, en un espíritu de fe y amor a María, acompañado de cantos y oraciones.
Actualmente, esta imagen de 1.50 mts. está en la Iglesia San Martín de Tours de Sechura.

sábado, 15 de agosto de 2015

DE UN ESCRITO DE MADRE PILAR A LA VIRGEN MARÍA

DE UN ESCRITO DE MADRE PILAR A LA VIRGEN MARÍA


María, madre y señora mía, a ti vengo con el corazón herido, porque te he olvidado, me he alejado de Jesús y le he contristado. Madre mía, ¡qué pena tengo! Quisiera reparar y no encuentro en mí ni amor ni generosidad. Oh madre, perdóname y pide a Jesús que me perdone y que a pesar de todas mis infidelidades cumpla en mi todos sus adorables designios. Madre mía, tu que me inspiraste desde niña el deseo de ser santa, mírame ahora, ya en la madurez de la vida y con tantos defectos, imperfecciones y pecados. Madre mía, mi esperanza se esfuma, parece que la pierdo y no debo. ¿Qué sería de si tuviera que vivir con mis ideales y aspiraciones frustradas? No lo permitas madre mía, reaviva en mi la llama del amor a Jesús tan tenue y tan amortiguada.

Ayúdame a vivir sólo para Él y para las almas de estas hijas que el amor de Jesús me dio. Que este doble anhelo sea la obsesión de mi vida y apague mis egoísmos y destruya con violencia todo lo que pueda serle obstáculo. Enséñame a olvidarme siempre de mi misma y a odiarme como merezco. Oh María madre mía ayúdame a evitar la menor falta voluntaria, ayúdame a vivir este día en la presencia de Dios, y a cumplir con alegría en todo su adorable voluntad. Ayúdame a ser fiel a todas sus inspiraciones para que llenando este y todos los días de mi vida pueda glorificar al Señor con toda la capacidad de mi ser en el tiempo y en la eternidad.

De una entrevista al Cardenal Domenico Bartolucci sobre Liturgia

De una entrevista al Cardenal Domenico Bartolucci sobre Liturgia


Traigo a colación esta interesantísima entrevista originalmente publicada por Disputationes Theologicae concedida por Monseñor Domenico Bartolucci, de 92 años, nombrado por Pío XII Maestro “ad vitam” de la Capilla Sixtina pero alejado del cargo en 1997, debido a la intervención de Mons. Piero Marini, una medida que fue vigorosamente rechazada por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger.  Fue creado Cardenal por el Santo Padre Benedicto XVI.
Por Pucci Cipriani y Stefano Carusi

Maestro, la reciente publicación del Motu Proprio “Summorum Pontificum” ha traído un soplo de aire fresco en el desolador panorama litúrgico que nos rodea; también usted puede ahora, por lo tanto, celebrar la “Misa de siempre”.
-"Pero, a decir verdad, yo siempre la he celebrado ininterrumpidamente, a partir de mi ordenación… tendría dificultad, en cambio, no habiéndola dicho nunca, en celebrar la Misa del rito moderno".
¿Nunca abolida, entonces?
-"Son las palabras del Santo Padre, aún si algunos fingen no entenderlas y si muchos en el pasado han sostenido lo contrario".
Maestro, será necesario conceder a los denigradores de la Misa antigua que esta última no es “participada”…
-"¡No digamos disparates! He conocido la participación de los tiempos antiguos tanto en Roma, en la Basílica, como en el mundo, como aquí abajo en el Mugello, en esta parroquia de este bello pueblo, un templo poblado de gente llena de fe y de piedad. El Domingo, en las vísperas, el sacerdote habría podido limitarse a entonar el “Deus in adiutorium meum intende” y luego ponerse a dormir sobre el asiento… los campesinos habrían continuado solos y los jefes de familia habrían pensado en entonar las antífonas".
¿Una velada polémica, Maestro, respecto al actual estilo litúrgico?
-"Yo no sé si, ¡ay de mí!, han estado en un funeral: “aleluya”, aplausos, frases risueñas, uno se pregunta si esta gente leyó alguna vez el Evangelio; Nuestro Señor mismo lloró sobre Lázaro y su muerte. Aquí, con este sentimentalismo insípido, no se respeta ni siquiera el dolor de una madre. Yo les habría mostrado cómo asistía al pueblo a una Misa de difuntos, con qué compunción y devoción se entonaba aquel magnífico y tremendo “Dies Irae”."
¿La reforma no ha sido hecha por gente consciente y doctrinalmente formada?
-"Discúlpeme, pero la reforma ha sido hecha por gente árida, se lo repito, árida. Y yo los he conocido. En cuanto a la doctrina, el Cardenal Ferdinando Antonelli, de venerada memoria, solía decir a menudo: ¿“qué hacemos liturgistas que no conocen la teología?”."
Estamos de acuerdo con usted, Monseñor, pero es cierto también que la gente no entendía…
-"Queridísimos amigos, ¿han leído alguna vez a San Pablo: “no importa saber más allá de lo necesario”, “es necesario amar el conocimiento ‘ad sobrietatem’”. De aquí a algunos años se intentará entender la transubstanciación como se explica un teorema de matemática. ¡Pero si ni siquiera el sacerdote puede comprender hasta el fondo tal misterio!"
¿Pero cómo se llegó, entonces, a esta distorsión de la liturgia?
-"Fue una moda, todos hablaban, todos “renovaban”, todos pontificaban, en la estela del sentimentalismo, de reformas. Y las voces que se levantaban en defensa de la Tradición bimilenaria de la Iglesia eran hábilmente calladas. Se inventó una especie de “liturgia del pueblo”… cuando escuchaba estas frases, me venían en mente las palabras de mi profesor del seminario que decía: “la liturgia es del clero para el pueblo”, ella desciende de Dios y no sale desde abajo. Debo reconocer, sin embargo, que aquel aire hediondo se ha hecho menos denso. Las jóvenes generaciones de sacerdotes son, tal vez, mejores que las que las han precedido, no tienen los furores ideológicos dominados por un modernismo iconoclasta, están llenos de buenos sentimientos pero les falta formación."
¿Qué quiere decir, Maestro, con que “les falta formación”?
-"¡Quiero decir que queremos los seminarios! Hablo de aquellas estructuras que la sabiduría de la Iglesia había cincelado elegantemente durante los siglos. No se da cuenta de la importancia del seminario: una liturgia vivida, los momentos del año son vividos “socialmente” con los hermanos… el Adviento, la Cuaresma, las grandes fiestas que siguen a la Pascua. Todo esto educa, ¡y no se imagina cuánto! Una retórica tonta dio la imagen de que el seminario arruina al sacerdote, de que los seminaristas, alejados del mundo, permanecen encerrados en sí mismos y distantes de la gente. Todas fantasías para disipar una riqueza formativa plurisecular y para remplazarla luego con nada."
Retornando a la crisis de la Iglesia y al cierre de muchos seminarios, ¿Usted es partidario de un retorno a la continuidad de la Tradición? -"Mire defender el rito antiguo no es ser del pasado sino ser “de siempre”. Vea, se comete un error cuando a la misa tradicional se la llama “Misa de San Pío V” o “Tridentina”, como si fuese la Misa de una época particular: es nuestra Misa, la romana, es universal en los tiempos y en los lugares, una única lengua desde la Oceanía hasta el Ártico.
Por lo que respecta a la continuidad en los tiempos, quisiera contarles un episodio. Una vez estábamos reunidos en compañía de un Obispo, cuyo nombre no recuerdo, en una pequeña iglesia del Mugello, y llegó la noticia de la repentina muerte de un hermano nuestro, propusimos celebrar enseguida una Misa pero nos dimos cuenta de que sólo había misales antiguos. El Obispo rechazó categóricamente celebrar. No lo olvidaré nunca y reitero que la continuidad de la liturgia implica que, salvo minucias, se pueda celebrar hoy con aquel viejo misal polvoriento tomado de un estante y que hace cuatro siglos sirvió a un predecesor mío en el sacerdocio."
Monseñor se habla de una “reforma de la reforma” que debería limar las deformaciones que vienen de los años sesenta…
-"La cuestión es bastante compleja. Que el nuevo rito tenga deficiencias es ya una evidencia para todos y el Papa ha dicho y escrito varias veces que debería “mirar al antiguo”; sin embargo, Dios nos guarde de la tentación de los líos híbridos; la Liturgia, con la “ele” mayúscula, es la que nos viene de los siglos, ella es la referencia, no se la debe corromper con compromisos “a Dio spiacenti e a l’inimici sui” [que desagradan a Dios y a sus enemigos]."
¿Qué quiere decir, Maestro?
-"Tomemos, como ejemplo, las innovaciones de los años sesenta. Algunas “canciones populares” beat y horribles y tan de moda en las iglesias en el ’68, hoy ya son trozos de arqueología; cuando se renuncia a la perennidad de la tradición para hundirse en el tiempo, se está condenado al cambiar de las modas. Me viene a la mente la Reforma de Semana Santa de los años cincuenta, hecha con una cierta prisa bajo un Pío XII ya cansado. Y bien, sólo algunos años después, bajo el pontificado de Juan XXIII (quien, más allá de lo que se diga, en liturgia era de un tradicionalismo convencido y conmovedor), me llegó una llamada de Mons. Dante, ceremoniero del Papa, que me pedía preparar el “Vexilla Regis” para la inminente celebración del Viernes Santo. Respondí: “pero lo han abolido”. Se me respondió: “el Papa lo quiere”. En pocas horas, organicé las repeticiones de canto y, con gran alegría, cantamos de nuevo lo que la Iglesia había cantado por siglos en aquel día. ¡Todo esto para decir que, cuando se hacen desgarros en el tejido litúrgico, esos agujeros son difíciles de cubrir y se ven! Nuestra liturgia plurisecular debemos contemplarla con veneración y recordar que, en el afán de “mejorarla”, corremos el riesgo de hacerle sólo daños."
Maestro, ¿qué papel tuvo la música en este proceso?
-"Tuvo un rol importante por varias razones. El melindroso cecilianismo, al cual ciertamente Perosi no fue ajeno, introdujo con sus aires pegadizos un sentimentalismo romántico nuevo, que nada tenía que ver con aquella densidad elocuente y sólida de Palestrina. Ciertas extravagancias de Solesmes habían cultivado un gregoriano susurrado, fruto también de aquella pseudo restauración medievalizante que tanta suerte tuvo en el siglo XIX.
Cundía la idea de la oportunidad de una recuperación arqueológica, tanto en música como en liturgia, de un pasado lejano del cual nos separaban los así llamados “siglos oscuros” del Concilio de Trento… Arqueologismo, en resumen, que no tiene nada que ver con la Tradición y que quiere restaurar lo que tal vez nunca ha existido. Un poco como ciertas iglesias restauradas en estilo “pseudo-románico” por Viollet-le-Duc.
Por lo tanto, entre un arqueologismo que quería remitirse al pasado apostólico, prescindiendo de los siglos que nos separan de ellos, y un romanticismo sentimental, que desprecia la teología y la doctrina en una exaltación del “estado de ánimo”, se preparó el terreno para aquella actitud de suficiencia respecto a lo que la Iglesia y nuestros Padres nos habían transmitido."
¿Qué quiere decir, Monseñor, cuando en el ámbito musical ataca a Solesmes?
-"Quiero decir que el canto gregoriano es modal, no tonal; es libre, no ritmado, no es “uno, dos tres, uno dos tres”; no se debía despreciar el modo de cantar de nuestras catedrales para sustituirlo con un susurro pseudo-monástico y afectado. No se interpreta un canto del Medioevo con teorías de hoy sino que se lo toma como ha llegado hasta nosotros; además, el gregoriano sabía ser también canto de pueblo, cantando con fuerza nuestro pueblo expresaba su fe. Esto Solesmes no lo entendió, pero todo esto sea dicho reconociendo el gran y sabio trabajo filológico que hizo con el estudio de los manuscritos antiguos."
Maestro, ¿en qué punto estamos, entonces, de la restauración de la música sagrada y de la liturgia?
-"No niego que haya algunos signos de restablecimiento. Sin embargo, veo el persistir de una ceguera, casi una complacencia por todo lo que es vulgar, grosero, de mal gusto e incluso doctrinalmente temerario… No me pida, por favor, que dé un juicio sobre las “chitarrine” y sobre las “tarantelle” que todavía nos cantan durante el ofertorio… El problema litúrgico es serio, no se debe escuchar a aquellas voces que no aman a la Iglesia y que se lanzan contra el Papa. Y si se quiere sanar al enfermo, hay que recordar que el médico piadoso hace la llaga purulenta…"