Biografía de Don Baltasar Jaime Martínez de Compañón y
Bujanda, Obispo de Trujillo
Pool Alexander Castillo Valiente
Pool Alexander Castillo Valiente
En un trabajo
precedente presenté groso modo la casi quinquenaria historia de la iglesia
Catedral de Piura; en esa historia vino a colación un personaje que me llamó
mucho la atención pues, a mi humilde modo de ver, podríamos decir que es el
Toribio de Mogrovejo del norte del País. Se trata de monseñor Baltasar Jaime
Martínez de Compañón, primero obispo de Trujillo, y luego Arzobispo de Santa
Fe. Este trabajo pretende hacer conocida la figura de este gran obispo, que
ejerció buena parte de su ministerio en tierras peruanas, a mis compañeros de
la Facultad “Redemptoris Mater” del Callao. De la manera que sigue damos descubrimiento a
la figura y la obra de un clérigo navarro, monseñor Martínez de Compañón, que
en el siglo XVIII puso en marcha en Perú un ambicioso plan educativo para la
población indígena.
Don Baltasar Jaime
Martínez de Compañón y Bujanda nació en la villa de Cabredo, muy cerca de la
Sierra de Codés, un 6 de enero de 1735 (algún biógrafo sitúa su nacimiento en
1737). Estudió primeras letras y latinidad
en su ciudad natal; filosofía en el convento mercedario de Calatayud; Leyes y
Cánones en las universidades de Huesca y Zaragoza. En 1761 es ordenado
sacerdote. Cinco años más tarde fue consultor del Santo Oficio en Madrid. Por
designación de Carlos III (1767) viajó a Lima, para trabajar como Chantre de la
Catedral. Fue también rector del Seminario de Santo Toribio (1770 – 1779).
Además Concurrió al VI Concilio Limense (1772). El Papa Pío VI el 25 de febrero
de 1778 le nombro Obispo de la diócesis Trujillo,
que abarcaba los actuales departamentos de Tumbes a Áncash, accediendo a la
sede episcopal en 1780 y permaneciendo en ella durante diez años, pues en 1791
pasa a ser nombrado Arzobispo de Santa Fe, ciudad ésta en la que fallecería
siete años más tarde.
Pero
vamos a detenernos un poco en sus casi diez años al frente de la diócesis de
Trujillo. La verdad es que este buen
obispo navarro podía perfectamente haber cumplido con los mínimos que
conlleva la misión; pero es evidente que fue más allá de lo que cualquiera le
hubiese pedido. Se "complicó" la vida implicándose en la causa de los
indígenas, hasta el punto de que elaboró y puso en marcha un ambicioso plan educativo
en toda esa zona que hoy es muy digno de
admiración[1].
Monseñor
Martínez de Compañón durante sus casi
diez años al frente de la diócesis de Trujillo fundó veinte pueblos y trasladó
diecisiete; construyó nada menos que 54 escuelas para atender y dar efectividad
a todo su plan educativo; construyó también seis seminarios, entre ellos el de San
Carlos y San Marcelo, cuatro casas de educación para indios y treinta y nueve
iglesias, a la vez que restauró otras veintiuna; permitió la reconstrucción de
la catedral de Trujillo y su sagrario. Además construyó una extensa red de caminos,
180 leguas de nuevos caminos en total; complementado todo ello con la
construcción de tres acequias. Se preocupó de fomentar la agricultura del cacao
y del lino; y en un ejemplo más de practicidad sembró árboles en toda la región
de Sechura[2].
Es
importante su labor en Trujillo porque se propuso visitar toda la diócesis, lo
cual realizó en tres años, de 1782 a 1785 junto a un grupo de dibujantes y
escribientes, en este tiempo escribió sus “Experiencias en Truxillo del Perú”[3].
Esto permitió la impresión de un detallado mapa del obispado en 1787 y la reunión de unas 1300 láminas que
en 9 volúmenes se conservan en la Biblioteca de Palacio, en Madrid. Estas
láminas constituyen un tesoro invalorable pues ofrecen una detallada
información gráfica sobre los aspectos etnográficos, botánicos y zoológicos del
norte del Perú. Para que nos hagamos una idea un poco más clara de la
envergadura de toda esta labor, baste con que sepamos que todo el área de
trabajo de don Martínez de Compañón ocupaba una extensión de ciento cincuenta
mil kilómetros cuadrados que integran costas, sierras y amplias masas de selva
amazónica que en aquél momento eran desconocidas e inexploradas, lo que hoy
sería el Valle del río Marañón.
Al
margen de esta magna obra pastoral social y educativa, hay otro aspecto en la
vida de monseñor Martínez-Compañón que sorprende sobremanera. Estamos ante un
arqueólogo y ante un etnólogo de primer orden, es más es considerado el más
importante precursor de la arqueología iberoamericana. Carlos III encargó a las
autoridades eclesiásticas y a las autoridades civiles, a través de una Real
Cédula, que se ocupasen de proteger y recoger en aquel continente todas
aquellas cosas que considerasen "raras", curiosas, o de una
antigüedad notoria, para que no se perdiesen. Probablemente, desde la
perspectiva de hoy alguien podría considerar aquello como un expolio al
patrimonio indígena, sin embargo hay que admitir que de aquel patrimonio
indígena tan sólo ha llegado hasta nuestros días aquello que entonces se
recogió. Aquel material quedó depositado en el Real Gabinete de Historia
Natural de Madrid. Y es aquí en donde hoy Perú puede decir que la labor de
Martínez de Compañón fue clave para conocer hoy, con todo lujo de detalles, la
realidad natural y sociocultural de aquellas gentes.
Martínez-Compañón
estudió, ordenó y catalogó numerosas piezas de cerámica de la denominada
Cultura Moche. Todas ellas las dibujó, y son esos dibujos los que hoy con gran
celo se conservan. A todos esos dibujos hay que añadir cartas y planos,
retratos de obispos de Trujillo, uniformes civiles y militares, clero secular y
regular, trajes de indios y de españoles, descripción minuciosa de costumbres,
de la vida agrícola, de la industria, minería, caza, pesca, deportes, música y
danza, medicina, flora, fauna y arqueología. Aquel ingente trabajo sirvió
entonces, y desde entonces, para que los habitantes del Perú conociesen mucho
más a fondo su historia, para que la valorasen y para que la amasen, pero no
por esto menoscabó un centímetro el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Supo
enmarcar toda la labor antes dicha en el ámbito de la evangelización.
Una
cosa curiosa es que este obispo de Trujillo se ocupó de elaborar lo que ha
venido a denominarse desde entonces la “Lista de Martínez-Compañón”. Se trata
de una lista de 43 palabras traducidas a las diferentes lenguas que se hablaban
en su diócesis, es decir, están escritas en nueve idiomas, que son: castellano,
quechua, yunga, colán, catacaos, culli, hivito y cholón. Varias de estas
lenguas hoy están totalmente extinguidas, y estos 43 vocablos es todo lo que se
conoce de ellas. Dicha lista es un documento esencial para comprender la
situación etnográfica y lingüística del noroeste del Perú antes de la conquista[4].
Además
de lo dicho Martínez de Compañón fue un
gran músico y enseñó a cantar en latín a los seminaristas de Cajamarca y sin
duda el mismo copió en pentagramas las
famosas Cachuas y más de 16 piezas copiadas al pentagrama. Hay también más de
200 acuarelas, arte ejecutado con maestría.
Algo
destacable es el afán modernizador del Obispo, lo que se evidencia en las disposiciones
- que se repiten en todos los pueblos que visitó - vinculados con la erección
de escuelas de primeras letras, así como en resolver aspectos de la vida
cotidiana tales como los de vivienda, dotación de mujeres casaderas, etc. En
las visitas de Ferreñafe, Lambayeque y demás pueblos el tono de las
recomendaciones es similar: “La Iglesia asume su papel de ordenador de la vida
social a través del arreglo de disposiciones morales y en el plano
educativo". Entre las disposiciones que el Obispo Martínez de
Compañón encarga a los sacerdotes
destaca que el cura, por ejemplo de Chiclayo,
procure que los padres de familia ejecuten la propuesta que les hiciera
el mismo Obispo de construir dos alcobas, "La una para dormitorio de sus
hijos varones, y la otra de sus hijas de 4 años en adelante a fin de que desde
dicha edad duerman separados de sus padres y los unos de los otros entre sí
como pide la honestidad y el decoro"[5].
Lo cual evidencia cierta precariedad en las viviendas indígenas en la época, de
la cual no tenemos mayores detalles. El Obispo Martínez de Compañón se
preocupaba por su feligresía, así que escribe una información sobre el mal
trato que reinaba en las Minas de Gualgayoc, y recomienda al mismísimo Virrey
de la Croix, lo que debería de legislar.
Para
Martínez de Compañón la idea fundamental que rodeaba la condición social y
humana del indio, era la miseria, entendida no solo en el campo espiritual,
sino también en el moral, material y aplicable a la generalidad sin
distinciones. La primera “miseria moral” se extendía a todos sus ámbitos:
familiares, sociales, políticos y religiosos. Martínez de Compañón lo exponía
en una carta dirigida al rey Carlos III fechada en Trujillo el 15 de Mayo de
1786.
Esta
miseria moral era fruto, según el Obispo de la profunda ignorancia en que
vivían sumergidos. Esta se extendía a todos los aspectos de la vida diaria
desde los más elementales hasta los más generales. Sin embargo donde se
manifestaba con más fuerza, era la incapacidad moral de este para distinguir el
bien del mal, lo que implicaba por lo tanto la presencia generalizada y común
de vicios y una ausencia de las principales virtudes. Dentro de los primeros,
Martínez de Compañón nombra la embriaguez, la pereza, la ociosidad, la envidia
y la mentira. Por el contrario se reafirma en la idea de la “aversión y horror”
que mostraban a la honestidad y la virtud. Esta situación influía en aspectos
tan capitales como la vida doméstica.[6]
Durante
su visita pastoral el Obispo vio que era una situación común y generalizada el
hecho de que familias enteras vivieran hacinadas en una casa y en una misma
cama. Esta situación no era peor planteada por un aspecto tan fundamental como
el alimenticio.
Compañón
recomendaba a sus feligreses “El uso de la mesa para comer y senar” y a que se separen de aquellas
prácticas silvestres y agrestes que llegan a equivocarles y confundirlos con
las bestias.[7]
La
incultura y falta de educación era el patrimonio que según el cura de Chachapoyas,
los indios dejaban a su prole. Según este “más
quieren tener a sus hijos hechos esclavos para que les sirvan, y cuiden en su
trabajo y agricultura que verlos instruidos y hechos hombres racionales”.[8]
De otro
lado la miseria corporal se manifestaba en la pobreza y en el desprecio a que
eran sometidos por otras castas incluidas: negros, zambos, mulatos y mestizos.
Esta pobreza se manifiesta corporalmente en enfermedades – especialmente en
zonas del este: sarna, lepra, etc.
El
carácter indígena se resumía – según Martínez de Compañón – en tres conceptos
fundamentales:
• La
indolencia
• La
dureza para con ellos mismos
• La
perversidad
La
indolencia les llevaba a ser reacios a todo tipo de contacto con la cultura
española, lo que los colocaba en un continuo aislamiento.
A todo
ello se unía la pervivencia de costumbres relacionadas con la superchería
manifestadas en una excesiva fe en curanderos y hechiceros lo que implicaba –
según el Obispo – un auto desprecio personal y a la salud y una ausencia total
de sentido común.
Por
último, la violencia, manifestaba en las constantes irreverencias de estos
frente a autoridades civiles que contrastaba con una aparente facilidad y en
los métodos represivos que incluso ellos mismos imponían a su raza.
Para
terminar este repaso por la vida y obra de don Baltasar Jaime Martínez de
Compañón, no puedo dejar de mencionar su labor en la que hoy es mi
arquidiócesis: Piura. El Prelado estuvo en tierras piuranas por más de cinco
meses. La importancia de la visita del obispo más allá de la formalidad, radica
en que por la obra realizada por él, conocemos buena parte de la historia
regional de Piura. La extensión de la
provincia de Piura justifica su estadía por
casi cinco meses. Quizá la obra más importante del obispo se halle en la
fundación de nuevas poblaciones y en la creación de nuevas vice parroquias. La
creación de Pueblos, en los que se
congregaron no sólo a los indios sino también negros, mestizos y españoles,
muestra a un hombre libre de legalismos que con su actuar extiende la
organización urbana por los despoblados valles y campos de Piura a lo largo del
siglo XVIII. Pero además de lo señalado, el prelado proyectó para Piura un seminario
de clérigos que no se concretó, como tampoco se hizo realidad su proyecto de
fundar dos internados para la enseñanza de los indígenas, en los que por
espacio de seis años se educaría a doscientos cincuenta “cholitos y cholitas” no sólo
respecto de la fe sino también se les
enseñaría las primeras letras y algún oficio, pero la falta de recursos haría
fracasar dicho proyecto[9].
Fue
promovido a la Arquidiócesis de Bogotá
el 13 de setiembre de 1788, pero permaneció en Trujillo hasta el 16 de enero de
1791, durante ese tiempo envió al Príncipe de Asturias sus valiosas colecciones
de antigüedades peruanas existentes en el Museo Arqueológico de Madrid.
Murió
en Bogotá en 1797.
BIBLIOGRAFÍA
CHUNGA HIDALGO, Laurence.- La administración de los Borbones en UDEP, Historia de Piura.- Instituto de Investigaciones Humanísticas,
Departamento de Humanidades, Universidad de Piura, 2004, pp 300 -301
SEMINARIO OJEDA, Miguel Arturo.- Martínez Compañón y la fundación de Pueblos en Piura, en UDEP, Vida y obra del Obispo Martínez
Compañón. Piura, Universidad de
Piura, 1991.
VARGAS
UGARTE, Rubén.- Don Baltasar Jaime
Martínez de compañón, Obispo de Trujillo (Nuevos Estudios), en Mercurio peruano, 303 (1952), pp 247 – 258
aprenhenderla
historia.blogspot.com/2012/biografía de- Baltazar –martinez de.html.
[2]
Códice Trujillo del Perú o Códex Martínez Compañón en www.cimarrones_peru.org/codice_trujillo.php
[3]
Cfr. Ibídem.
[4]
Códice Trujillo del Perú o Códex Martínez Compañón en www.cimarrones_peru.org/codice_trujillo.php
[5] SEMINARIO OJEDA, Miguel Arturo.- Martínez Compañón y la
fundación de Pueblos en Piura, en
UDEP, Vida y obra del Obispo Martínez
Compañón. Piura, Universidad de Piura,
1991.
[6]
Cf. VARGAS UGARTE, Rubén.- Don Baltasar Jaime Martínez de compañón, Obispo de
Trujillo (Nuevos Estudios), en Mercurio peruano, 303 (1952), pp 247 – 258
[7]
Cf. aprenhenderla historia.blogspot.com/2012/biografía de- Baltazar –martinez
de.html.
[8]
Cf. Ibídem
[9] CHUNGA
HIDALGO, Laurence.- La administración de los Borbones en UDEP, Historia
de Piura.- Instituto de Investigaciones Humanísticas, Departamento de
Humanidades, Universidad de Piura, 2004, pp 300 -301
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