IGLESIA
E INDEPENDENCIA
Carlos Ezequiel Rosillo Julca
El Siglo XIX en el
Perú, estuvo marcado por la transición política del Virreinato español a la
Independencia, constitución y desarrollo de la República del Perú en medio del
fervor patriótico y los traumas consiguientes.
La Iglesia como tal no
podía tomar parte en la lucha política; pero aceptó la victoria patriótica, a
la que contribuyeron connotados miembros del clero.
Mientras no se llegó al
hecho consumado de la Independencia los obispos permanecieron fieles a la
Corona. Es significativo que los más aferrados a la fidelidad debida al rey
fueron dos criollos, uno peruano y otro chileno. Los demás obispos se retiraron o fueron obligados
a renunciar o acabaron por reconocer el hecho y el derecho a la Independencia y
juraron la constitución. Llegó un momento- el año 1832- en que sólo un obispo
del Perú permaneció en su puesto y
ejerció en su jurisdicción: el arequipeño José de Goyeneche.
Republicanos y
liberales afirmarán más tarde que la Iglesia en el Perú abrazó el bando
realista en la lucha por la emancipación en contra de los patriotas. Es verdad
que los papas Pío VII en 1816 y León XII en 1824 lamentaban la rebelión y
recomendaban la lealtad a la Corona a causa de la vinculación de la Santa Sede
con la Corona española a causa del Patronato Real. Es verdad también que varios prelados
españoles y americanos se mantuvieron fieles a la Corona; sin embargo, es
verdad, también, que otros, criollos y peninsulares, fueron prudentes y dejaron
a sus fieles escoger partido. Varios fueron resueltamente independentistas,
pese a que la Corona pretendía que apagasen el movimiento patriota de los
insurgentes.
Gran parte del clero
secular y regular favoreció la causa patriota, aunque como sacerdotes no podían
comprometerse activamente. Con razón está considerado maestro y precursor
ideológico de la Independencia el sacerdote Chachapoyano don Toribio Rodríguez
de Mendoza desde sus cátedras limeñas. Expresa bien la complejidad el hecho
siguiente: Un arzobispo español, don Bartolomé María de las Heras, suscribió de
grado el acta de la Independencia del
Perú; y un obispo piurano, don Pedro Gutiérrez de la Cos, se negó siempre a hacerlo.
Como arzobispo de Lima,
don Bartolomé María de las Heras contribuyó personalmente a los gastos del
ejército del rey; pero en 1821 se negó con nobles palabras a consentir la
requisa de la plata de las iglesias ordenada por el virrey La Serna, así como a
seguir al ejército realista en su marcha al interior. En cabildo abierto del 15
de julio de 1821 firmó en segundo lugar el acta que reconocía la independencia
del Perú, acción que le ganó la simpatía de todos y de San Martín el primero.
Un personaje importante
en la Independencia del Perú fue Toribio Rodríguez de Mendoza. Nacido en
Chachapoyas en 1750. Obtuvo el doctorado de Teología en San Marcos y fue
ordenado sacerdote en 1778. Fue rector del Real convictorio de San Carlos, aquí
fue apoyado por José Baquíjano y Carrillo, así como por el jerónimo Diego
Cisneros. Perteneció a la Sociedad Académica Amantes del País y colaboró en el
Mercurio Peruano. Desde su cátedra difundió los principios del derecho natural
y de gentes, alentando los ideales de independencia en los alumnos. Fue uno de
los primeros en suscribir el acta de independencia. Ejerció la presidencia de
la Junta eclesiástica de Purificación y formó parte de la “Sociedad
patriótica”, colaborando en la Comisión de Constitución. Como diputado por
Trujillo, presidió la preparación del primer congreso constituyente. Otros
sacerdotes de gran valía en los temas de la independencia patria fueron Matías
Maestro y Mariano José Arce, son eminentes también por su tarea como
cronistas Juan Domingo de Zamácola
y Francisco Javier Echevarría.
Es digno de notarse que
en la del Perú, en contraste con otras repúblicas hispanoamericanas, nunca hubo
hostilidad declarada por parte de los gobiernos o una persecución en forma, y
ni siquiera solapada, contra la Iglesia Católica.
Participación
importantísima en la revitalización del catolicismo peruano la constituyeron
los muchos institutos religiosos femeninos que ingresaron al Perú a fines de
siglo para empeñarse en la educación de la mujer, obras de beneficencia y de
caridad en favor del pueblo.
Por último, a lo largo
del siglo de la independencia del Perú, en medio de tantas alternativas
prósperas y adversas, no faltaron personalidades de sacerdotes muy celosos y de
obispos eminentes y apostólicos, de fuerte sello jerárquico y romano, que
continuaron y adelantaron la tradición católica en el Perú.
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